Bienvenido al Mundo de EO

EO es un mundo sin tiempo conocido para nosotros. En el han crecido y muerto cientos de humanos y seres maravillosos... ahora es tiempo de devolver la cordura a un mundo en continuo caos.

Las tribus triviales de antaño han evolucionado y ahora convertidos en pueblos y reinos poderosos las guerras se suscitan con mayor frecuencia. Solo la espiritualidad de la Diosa EA puede devolver el equilibrio, pero la mente egoista y codiciosa del hombre ha cambiado los planes. Una nueva sombra cubre el mundo y los movimientos de todos pareciera tener un claro destino. Los vientos de guerra soplan nuevamente y todos se preparan de alguna forma para enfrentar los nuevos tiempos; especialmente un pueblo llamado Tracia...







jueves, 18 de febrero de 2010

PRELUDIO


Esta es la historia de un hombre, que junto a su pueblo iniciaron una de las empresas más formidables que el mundo del Tiempo Nuevo haya visto. Es también la historia de un puñado de valientes, quienes en la búsqueda de restablecer los sueños olvidados de la justicia, libertad y el equilibrio permanecieron por varios años enfrascados en una lucha sin cuartel, donde los ideales de amistad, fraternidad, sinceridad, orgullo y valentía lograron mantener unido el cuerpo y la mente de la humanidad.

El inicio de este relato nos sitúa en los lindes del Bosque Profundo en la reino de Gotland, era sollanti de 1289, y sus bosques aguardaban a la Primera Legión Astarot, que estaba a la espera de que mejorara el clima para así iniciar el asalto final y con ello concluir con años de guerra y dolor.

En dicho campamento estaba el General de Campo Dan Fungüer Miels, segundo general después del emperador, cuyas labores diarias comenzaban con las instrucciones de logística y memorial de guerra, para luego esperar nuevas ordenes que mantuvieran a los hombres ocupados y así dejar pasar el tiempo hasta el momento justo, cuando nuevamente emitieran el sonido de los tambores de batalla con la orden de marchar tras el enemigo; pero con la diferencia que esta vez seria para definir la suerte final de los hombres.

Las gotas de lluvia caían lentamente y comenzaba hacer mucho frío. Los días tristes aún proseguían y el General no quería ni pensar en continuar por otro año sin mejorar un poco las condiciones de vida y mucho menos pensar en emprender en la medianía del invierno una nueva incursión suicida. De eso ya había sufrido bastante, y aprendido suficientes lecciones, por eso era preferible la tensa espera, galardonada con una paciencia a prueba de todo rigor, aguardando que el invierno se retirara, para comenzar a calentar los cuerpos, junto con el clima primaveral.

Aquel día transcurrió como todos los anteriores desde que estaban en aquel sitio; monótono, silencioso y expectante. Dejaba espacio para que la mente de aquel hombre viajara por rincones hermosos, recuerdos añejos y sueños perdidos en esa telaraña de muerte y sufrimiento que era la guerra. La tarde no fue muy distinta de la mañana recién finalizada, aunque tenia un matiz diferente, un poco más de movimiento, ya que debía ir a inspeccionar las empalizadas que estaban más al sur a un extremo del campamento, misión que no la hacia hace varios días. Eran órdenes directas, y probablemente tenían que ver con un aceleramiento en los planes de invasión, o tal vez solo dar mayor seguridad a aquellos puntos donde estaban apostadas las tropas.

Una vez que revisó los trabajos del cuerpo de obreros, y de contemplar lo hermoso de aquel paraje volvió a su tienda, con la convicción viva de que el largo sueño de la batalla final pronto culminaría, era su deseo y el de sus hombres.

El velo de la noche se comenzó hacer presente y junto a él un clima endemoniado y misterioso, lo único que se escuchaba en las cercanías era el murmullo de los hombres, quienes entre rumores y arengas anónimas hacían presente muchas veces su malestar. También entraron en escena los perros, que situados un poco más lejos lloraban en la medida que las nubes oscuras cursaban el cielo desde el norte en dirección al sur. Se escuchaban cada vez más lastimosos, como si interpretaran el dolor de los hombres y sumaran sus desgracias a ellas, que en conjunto hacían una melodía digna de un grotesco espectáculo.


Dan era un hombre curtido por el fragor de la batalla, que era admirado por todos y todas. Poseía una inteligencia envidiable, y una fuerza interior digna de un gran guerrero. Llevaba la sangre real de sus antepasados, lo que le acentuaba una prestancia especial, una elegancia y finura propia de un noble. No era robusto, pero poseía una fuerza mental a prueba de todo, era sencillo y por lo general tomaba partido por sus hombres por sobre las consideraciones de otros generales más altaneros.

Cuando aún era solo un muchacho fue enviado por sus padres hacia la aldea de los maestros, donde fue instruido y preparado en el arte de los misterios místicos del Triunvirato. Además ahí recibió su educación formal, y la enseñanza en la utilización de ciertas armas e instrumentos. A dicha aldea llegaban los hijos de familias con tradición Vicaria, más aquellos que poseían ciertos bienes que les permitían mantener a sus pupilos en dicha aldea, por lo que siempre estuvo rodeado de personas a fines.


El viento lentamente comenzaba a levantarse y todo esto en conjunto era como una triste sinfonía de muerte, la brisa arrastraba tras de si el olor a muerte, y los quejidos de los moribundos acentuaban el cuadro de penumbra. El panorama no era nada nuevo, ya habían pasado por esto un motón de veces y desde hace un montón de años, pero esta vez era distinto, tal vez por que se vislumbraba el fin o por que el cansancio que se acumulaba inexorablemente en los huesos y en el alma de los hombres provocaba un sentimiento que les roía los instantes de soledad en busca de un eterno silencio y tranquilidad.

La noche trascurrió sin mayores novedades; Hipariones en la lejanía, pasos presurosos y el resonar de los cascos de combate eran la tónica común de las jornadas nocturnas. El cielo rojo de furia se alistaba para enviar su carga de agua, y el viento helado preparaba el escenario fatal para no dejarles escapatoria.

Dan se recostó mirando el cielo por una pequeña apertura en la tienda, con la esperanza perdida de volver a ver a los suyos, ese era sin duda el deseo intimo de la mayoría de los hombres apostados en aquellas lejanas tierras y así llevarles noticias frescas sobre el nuevo mundo que se levantaría tras esta larga pesadilla y enumerar como una simple anécdota cada una de las travesías, como si fuesen cuentos de otras épocas y de otros hombres.

La tienda donde se encontraba recostado el general era una de las más grandes del campamento, era obvio, puesto que ahí se alojaba el Alto Mando, sus escoltas y funcionarios de enlace. En un rincón interior de aquella tienda había un cuarto especial, en su entrada principal se encontraban dos Guardias Vicarios Imperiales de gran estatura y contextura, quienes vigilaban todo el día al morador de su interior… ahí descansaba y vivía el hombre mas importante de todos, El Gran Emperador.

Apostado en su cama Dan Fungüer Miels no lograba recordar del cuando ni el cómo fue ganándose la confianza del Emperador Niel, y de eso ya habían transcurrido muchos años y caído también varios de los que dormían ahí. Solo podía afirmar que su fidelidad hacia él y su causa eran sin duda la guía de su vida. Aunque debía reconocer que al inicio miraba esta aventura como eso y tal vez como la posibilidad de entregar algo de bienestar a su familia a través de las garantías que significaban ser un hombre de armas. Sin embargo en ese momento de reflexión creyó firmemente en las circunstancias que motivaban todo esto, y ese seria el legado que las futuras generaciones discutirían, puesto que de salir algo de todo esto serían aquellos que vienen los que dirían si valió la pena o no tamaño esfuerzo.


Los hombres de Emperador habían llegado a este gran valle después de largas incursiones con las tropas imperiales de Nicosia. Tras recorrer casi todo el mundo ahora estaban en aquel paraje, frenados por el clima que hacia más dificultoso los movimientos, con ello no quedaba más alternativa que esperar en aquel bosque, en que las tiendas de los hombres fueron levantándose una tras otra, hasta cubrir con un manto de verde olivo el suelo del frondoso y extenso bosque desnudo, nació sin mayor planificación una verdadera ciudad bajo los abetos, y las rutas fueron cubiertas rápidamente sitiando a los Nicosianos tras sus muros.

Gotland era el principal reino del imperio de Nicosia, ubicada en la gran isla del mismo nombre, poseía numerosas ciudadelas fortificadas, aldeas y villorrios distribuidos de manera tal que sirvieran como venas transportadoras de recursos a la siempre eficiente fuerza militar Nicosiana. En la gran isla a su vez se encontraban otros ocho reinos y en sus bordes otras islas menores que constituían un conjunto de tres reinos más. Por el norte la flota de barcos tracianos tenia un bloqueo que ya llevaba dos años, en los cuales se mantenían clausurados los accesos a la bahía de Ulf, lugar donde se situaba el principal muelle del imperio enemigo, tratando de imposibilitar el envío de emisarios en busca de refuerzos y provisiones. Por otro lado en el sur se ubicaba la infantería y otros batallones que rodeaban la frontera por el Oeste. La costa Este aun poseía escaramuzas, pero con el paso de los días disminuían en número e intensidad.

La ofensiva debía ser cronométricamente planificada, ya que la idea era una invasión en conjunto, para ello se distribuyó a la flota en cincuenta puntos fijos por la costa de la isla frente a Gotland, cada una con veinte naves comunicadas por patrullas de cinco barcos menores que vigilaban el paso de buques enemigos, más un contingente apostado detrás ellas de otros treinta barcos con hombres y maquinas listas para invadir.

En el resto de la costa de la gran isla se apostaban otras doscientas naves que cuidaban cada rincón de ella, para que nada entrara ni saliera sin conocimiento de los almirantes a cargo en cada buque.

En tierra sesenta puntos fijos en la frontera norte de Paviken, y ochenta más en la frontera norte del Monte Sibano. Desde el Este cuarenta y cinco puntos fijos se situaban en la frontera de Höring. Cada punto fijo mantenía apostados a soldados, colaboradores y sus juguetes de asedio, más todo lo necesario para tamaña empresa, comida, provisiones, hipariones, hasta herreros, curanderos, mujeres, todos ellos pertenecientes a los diferentes cuerpos del ejercito, sobre todo Fuerza de Trabajo y Logística.

En mar entre tanto esperaban dispuestos a comenzar a tomar las playas de Gotland cuando la señal se emitiera y así expandir como un rumor por todo el mundo la invasión.

Los hombres de los buques eran los más nerviosos, por lo que se turnaban cada un mes en bajar a tierra, en algunas de las aldeas tomadas y hechas campamento. Ahí la entretención servia como atenuante para los viejos lobos de mar.

La infantería apostada no corría la misma suerte y solo los turnos se sucedían cada dos meses y en los mismos campamentos donde estaban situados, con la ventaja de no tener responsabilidades militares y con acceso a la diversión implementada en cada uno de aquellos lugares.

Las aldeas invadidas fueron readecuadas y su población fue autorizada a trasladarse tras los muros de Gotland, quienes decidieran permanecer debían cumplir labores para el ejercito traciano.


La lluvia se hizo realidad he hizo una pausa en la mitad de la noche, necesaria para un fatigado campamento, Dan se levantó a contemplar aquel panorama percatándose que en el exterior de la tienda el humo de las fogatas cubría casi todo el valle y un claro en el bosque permitía ver los lejanos muros de la última fortaleza. Detrás de aquellos grandes bloques de piedra también se podía observar grandes columnas de un espeso humo, señal de que aún se forjaban las últimas espadas y escudos, tal vez el último escollo antes de un esperado desenlace.

El fuego permitía que las llamaradas entregaran algo de calor y luz, lo que incentivaba a muchos hombres a salir de sus tiendas para guarecerse alrededor de ellas, y por momentos relatar sus emocionantes e interminables historias y desproporcionadas hazañas en los campos de batalla. Cada uno de los hombres exageraba más que el anterior como manera de no perder posición de gloria frente a los suyos, aunque las historias eran sin duda relatos de gloria y valentía se podía percatar un sentimiento común que recorría los corazones; las familias y la lejanía de sus tierras mermaban una moral que había soportado casi todo.


Las cosas no habían cambiado en nada desde que habían llegado, y de eso ya habían transcurrido un par de semanas. Se calculaba, de acuerdo a los datos de los exploradores que permanecerían varados en ese sitio al menos otros cuatro meses, hasta que terminara el invierno. Lo positivo eso sí, le daba tiempo a la Legión Botis, que se encontraba extraviada en lo espeso del bosque sur para que llegara al campamento.

Por otro lado la inactividad servia para reordenar las cosas, los pertrechos, las armas rotas y para que los heridos fueran curados. La compañía de “carroñeros” tenía la no grata misión de recoger cada uno de los desperdicios utilizables de los campos de batallas, desde armas, ropas, joyas, utensilios religiosos, etc. Las armas iban a parar a la armería donde eran reparados, se les cambiaban los símbolos en caso de no pertenecer al ejercito Traciano y luego despachados a los diferentes capitanes quienes las entregaban a sus hombres o bien se entregaban al regimiento logístico para ser almacenados hasta ser utilizados.

Las joyas eran clasificadas, primero en aquellas del enemigo y aquellas de los héroes de Tracia. Las últimas eran guardadas con la finalidad de ser entregadas a las familias de los muertos y las primeras eran derretidas y convertidas en monedas de oro o plata según su procedencia, las cuales eran distribuidas en partes iguales a los hombres que lucharon en aquel campo.

Las ropas eran lavadas y desarmadas, y se volvían a confeccionar nuevas prendas que se redistribuían a los hombres. Nada se perdía, era un lujo dejar botado tanto material que siendo reparado podía nuevamente ser utilizado. Es así como carretas, mallas, cotas, yelmos, etc., eran nuevamente utilizados.

Pero había una parte aun más desagradable en este ejercicio. Muchas veces los hombres yacían en el suelo mal heridos, agónicos, sin esperanzas, los que eran sacrificados por parte del comando de la muerte. La orden era precisa, primero eran revisados por los curanderos, quienes daban la sentencia. En caso de ser enemigos había un sector del campamento habilitado para las tiendas de curanderos enemigos, quienes en calidad de prisioneros eran los responsables de salvar a los suyos. En algo se dignificaba tanto horror, pero las carretas con muertos todos los días transitaban rumbo a las piras que se encendían para la quema de los cuerpos. Los enemigos sin ceremonia, los Tracianos despedidos como valientes guerreros.

Dichas carretas disminuían en número en la medida que los días desde la última batalla se alejaban, sin embargo en un promedio de tres veces al día se podía divisar a una de ellas con cuatro cuerpos en su interior.


Los generales y sus capitanes debían cada día poner mayor atención a los tiempos muertos, ya que el aburrimiento era una enfermedad que se contagiaba rápido y peligrosamente. Es por eso que se preocupaban de mantener a los hombres bien ocupados y alternando labores para así no transformar las obligaciones en rutina.

A esas alturas jugar con la moral y la paciencia de las tropas era sumamente peligroso, por lo que cada gesto por parte de los altos mandos debía servir para mantener la autoestima arriba y siempre preparados para la acción.

El problema radicaba en que el enemigo hacia también lo suyo. Mal que mal estaban en el corazón del glorioso imperio y aguardaban a unos escasos kilómetros de las puertas de su última gran fortaleza, que a su vez era su única salvación. No era mucho lo que quedaba de aquel glorioso ejército… sin embargo se esperaba un cierre de filas y algún elemento sorpresa por lo que no se podía estar confiado antes de iniciar el ataque.


El panorama era tétrico, desde la torre de avanzada construida en el punto medio entre la muralla y el campamento se podía observar el muro oriental de su fortaleza. Era enorme y poseía torres con hombres muy bien armados... desde el campamento hasta la fosa que antecedía al muro debían haber unos treinta kilómetros, distancia suficiente para poder aglutinar las tropas y esperar desde ahí que las condiciones cambiaran para reanudar las operaciones. Según los datos entregados por los espías, detrás de los muros debían alojarse unos cientos de miles de hombres armados, y otros tantos de civiles que de ser necesarios estarían dispuestos a combatir, lo que los convertía en una fuerza no despreciable de soldados. Pero había otros miles esperando la orden de atacar en las diferentes aldeas del sur, lo que obligaba a tener los ojos puestos tanto en el norte como en el sur de las posiciones.

Estos últimos soldados, si bien eran más numerosos, no contaban con suficientes armas ni provisiones, por lo que no constituían una gran amenaza. Para distraer a esas divisiones se enviaron dos compañías que se enfrentarían con los rebeldes en las aldeas al sur de las posiciones Tracianas, mientras el crudo invierno hacia su tarea, las últimas lluvias habían hecho crecer el río del lado norte, obstáculo natural para poder llegar al destino final, situación que sumada a la espera de la llegada de refuerzos mantenían a las tropas en tensa espera sin ni siquiera intentar un asalto o una escaramuza.

Para flanquear al río los ingenieros diseñaron un conjunto de puentes en la línea divisora que significaba este. No todas las posiciones las construyeron, ya que habían diseñado otras maneras de cruzar a la otra rivera. Desde balsas de troncos, hasta pequeños botes amarrados en los extremos servirían para cruzar. Sin embargo el aburrimiento y el ímpetu de los tracianos los llevaron a construir más de cuarenta puentes. La experiencia acumulada en esta materia los había convertido en verdaderos expertos en la materia y se jactaban de construir puentes en forma veloz, por lo que la competencia era alentada y premiada por el alto mando.


Para Dan no era mucho más lo que se podía hacer en ese ambiente. Solo levantarse muy temprano y visitar a los hombres, comer y volver a la tienda a descansar y recibir los informes diarios de los vigilantes, exploradores y patrullas que divagaban por los alrededores. Eso era lo que comúnmente hacían los capitanes, amparados por las órdenes de sus generales.


Un nuevo día había transcurrido. Esta vez sin lluvia pero con mucho frío. Dan culminaba sus labores y sin más que hacer se retiró a su lecho. Los vientos helados cantaban sus lúgubres canciones, mientras que un aire frío entraba por los agujeros de la tienda, los que bailaban sobre su rostro que se fue humedeciendo en la medida que el día fue pasando. Ya por el alba del siguiente día lo despertó el gélido aire obligándole a levantarse a tomar un abrigo para si y otro para cubrir al ya anciano Niel de Redland, Él Heredero.

Mientras lo hacia lo observaba con detención y concluía que a pesar de los años que habían transcurrido seguía sintiendo que era un Líder indiscutido. La cabellera larga y blanca lo hacía un hombre senil pero muy respetable. La voz y mirada eran signos de temor y admiración: para alguien que no lo conocía, tenia dos alternativas, odiarlo o amarlo. Él sin duda había tomado el camino de amarlo.

Lo cubrió suavemente, aun era muy temprano para que comenzara sus labores y sin que lo quisiera, él se despertó repentinamente, como intuyendo su presencia. Lo miro como un padre mira a un hijo, no le dijo nada, solo se sentó en su cama y tomó de la jarra que estaba a su lado y bebió.

Su sabiduría y temple la conservaba intacta, era la misma que los había conducido hasta esas lejanas tierras. Al principio parecía una torpeza, una ilusión, pero a medida como fueron pasando los años se fueron dando cuenta de que tenía mucha razón. Es por eso que lo han seguido hasta el fin del mundo... y justo en ese punto con su inteligencia y considerando los obstáculos que fueron apareciendo él construyó nuevas sendas para proseguir con aquel mandato divino y así prolongar la búsqueda y llegar donde nunca antes los Tracianos habían llegado.

Algo murmuró mientras tomaba ese té tibio, nunca logró saber con exactitud que fue, luego alzó su mano y ordenó la venida de la escolta de la guarnición. Los hombres obedientemente comenzaron con el protocolo de mañana en la tienda. Ellos eran su fiel Guardia personal, los Vicarios de Tracia. Un par de ellos entro y tomo ubicación al lado de la cama mientras que el General Dan permaneció sentado en una mesita escudriñando sus cosas. Era la rutina de siempre, órdenes e instrucciones para las legiones que se encontraban más distantes. Esto siempre lo hacia por la mañana, mucho antes de levantarse y verificar si sus ordenes eran cumplidas. Durante el día tomaba su hiparión y recorría aquellas tiendas mas alejadas del centro, pero por sobre todo visitaba la tienda de heridos. Era un noble, pero sencillo hombre. Su cuna nunca le importo más que en la medida que sus obligaciones por la construcción de un mundo mejor le demandaba. Jamás se le vio utilizar su posición para sacar ventajas, pero fue implacable frente a aquellos que lo traicionaron o bien quisieron abusar del sitial que poseían.

Sin embargo, la rutina de siempre partió distinta. Esta vez señalo la urgencia y pulcritud por dejar un legado a las futuras generaciones. Algo que fuese más allá de un imperio, riquezas, tierras, armas, caminos y obras de magnificencia; quería perpetuar algo más allá incluso que el éxito de su misión, quería algo por que ser recordado, mas allá del daño que sus actos causaran y más allá del pesar y el odio que acumulaban muchas de las viudas y huérfanos esparcidos por el orbe.

Le preocupaba el hecho de no poder encontrar tras los muros aquello que venia a buscar, y así poner orden a las cosas… ese era el legado que sus antepasados hubiesen querido para la humanidad, y él lo sabia con demasiada claridad, pero también entendía que no era lo único, ya que el mundo no era el mismo desde que tomo la espada. Las generaciones debían levantarse y construir sobre el dolor causado y para ello debían entender las razones que motivaron el actuar de Tracia.

Se debía dejar un legado que permitiese estudiar a los niños y jóvenes para que sacaran sus propias lecciones de lo ocurrido, amparados siempre en la verdad y la magia del Triunvirato. Que aprendieran de los errores y de aquellas virtudes que como pueblo fueron capaces de impulsar a través del tiempo.

Había demasiadas cosas que hacía de los hombres una estirpe digna de merecer un mundo mejor y para fortalecer los cimientos se debía sentar las bases valoricas que ayudasen a ello. El actual mundo estaba corrompido por el odio y la sangre, tal combinación no produciría nada bueno. Se debía impulsar un giro ahora que se estaba ad portas de poner fin a la pesadilla.

Dan propuso que contase los acontecimientos de estos temibles y tristes tiempos, detalladamente, sin miedo a ser juzgado por las decisiones tomadas, pero con la objetividad del tiempo que debe amparar los actos de hombres en la justa razón del contexto que los llevo a tomar dichos actos. Esta guía debería ser la que ayudaría a las futuras generaciones, para levantar un mundo nuevo de entre estas cenizas y sangre.

Con un inusitado interés Niel alabó la propuesta y le encomendó la planificación de dar vida a tal hazaña, que los cuatro meses que tal vez estarían varados ahí serian tiempo suficiente como para dar vida a las memorias del Senil Emperador.

Sorprendido por la decisión tomada, Dan salio presurosamente de la tienda en dirección al batallón logístico. Aquí se encontraban los escribanos del imperio. Hombres dedicados a escribir las órdenes, leyes, tratados, y crónicas de batallas. Una vez ahí fueron convocados los mejores escribanos, para el efecto se realizo algo inusual pero efectivo, un concurso de relatos románticos y fantasiosos. Los cuatro mejores relatores serian los responsables de escribir las memorias del Emperador y llevar sus nombres en los pliegos originales que serian entregados al mundo.Un jurado de cinco hombres, entre ellos Dan y el emperador Niel escucharon por el tiempo de cinco días diez relatos de los escribanos. Al finalizar fueron elegidos los cuatro hombres; Silanus de Ebrea, Fatigus de Estrín, Mordus de Catra y Filvio de Yantur. Ellos al mando de Dan serian los responsables de contar al mundo la historia mas grande nunca antes relatada.

El emperador le confidencio al General que lo encomendaba a él por sus conocimientos sobre su vida, por sus años de amistad y ya que habían partido juntos en esta aventura era el indicado para relatar los hechos, además era el más cercano y de confianza que él tenia, razones suficientes para dejarlo como responsable. Al otro día de culminada la competencia fueron convocados los cuatro escribanos, para que comenzaran a compilar el material necesario para dar vida a esta larga historia. Dan mientras tanto se esforzaba por pensar y recordar, buscaba el punto exacto por donde empezar, situación nada de fácil, por lo que el propio Niel debió intervenir y así tomar una decisión.

Se enviaron recados a los generales y personas más cercanas, para que estuvieran al tanto de lo que vendría, y así colaboraran en el relato de las memorias del Emperador. Se acordaron entrevistas y se autorizo a los escribanos tener a su mando a otros doce escribas para llevar a buen puerto la nueva orden.

Por el lado de Dan como siempre lo había acompañado en todo, sabia casi gran parte de lo ocurrido en su vida. Sin embargo lo que desconocía tendría que ser revisado minuciosamente por un consejo habilitado para tal efecto y que por ultimo pasaría por la aprobación de Niel.

El General tras reflexionar un momento sobre lo que se venia se le insinuó un miedo y un temor a perderlo y afloró en su corazón el miedo natural a la de vislumbrar la muerte del Emperador, tal vez él presintió la llegada de su propio fin y que de un modo u otro quiso comunicar con señales su fatídica partida.

Nunca se había puesto a pensar en ello, pero ahora su mente giraba en torno a los múltiples problemas que acarrearía la muerte del emperador… su herencia, su sucesión, la unidad del ejercito, que pasaría si no se lograba el principal objetivo?, quien comandaría las tropas? o como se distribuiría el inmenso poder acumulado?, el mundo entendería el esfuerzo y mantendría la paz?, uff!! Tantas cosas…

Por eso sus memorias se constituirían en un legado, en una herencia que debían recoger los responsables de levantar a la humanidad, aprender de ellas, sacar lecciones que finalmente repercutieran en una sociedad nueva, donde primara la paz y la prosperidad. Sin embargo esos bellos sueños deberían aguardar su momento, un ultimo suspiro, ya que eran tiempos de guerra, y aunque no lo quisiesen así tal vez era lo mejor, ya que de estas cenizas se levantaría un nuevo orden sobre el respaldo de avances en técnicas y habilidades nunca antes vista en los seres humanos.

Trascurrido el décimo cuarto día desde que Él Heredero tomo la decisión de transcribir sus memorias, este se sentó en la cama y levantó la mirada hacia el cielo de la tienda, como si desde ahí mirara el infinito... mientras tanto se enviaba la orden para que ingresaran los informantes de la mañana y tras revisar los documentos de las novedades de la noche anterior alzo la mano en señal de que entraran los escribas quienes estaban a las afueras de la tienda, en una contigua, esperando el momento y así comenzar de inmediato.

Fue así como muy temprano en el alba de ese día comenzó la tarea de plasmar recuerdos, miedos, penumbras, alegrías y aventuras. Parado en la entrada de la tienda habilitada para esto, Dan supervisaba cada palabra que era emitida por el Emperador, cada gesto, cada mirada era meticulosamente apuntada por él, como preludio de las emociones que más tarde sentiría en la medida que avanzaba el relato, mientras que cabeza gacha los escribas rápidamente trascribían los relatos de Niel, quien tuvo el tino de comenzar sus propias memorias, interrumpido de vez en cuando por Dan, quien le refrescaba con dulces recuerdos muchos de los pasajes de su vida.

domingo, 31 de enero de 2010

INTERLUDIO


La niebla baja desde todas las montañas cubriendo los campos y valles, EO esta triste por que nuevamente los hombres comienzan a prepararse para una nueva batalla. La expansión de los grandes imperios venidos desde el oste y del este motivados por su antigua rivalidad a tomado tintes más agresivos.
Mientras los grandes imperios avanzan conquistando a pequeños reinos, subyugando a la fuerza, o esclavizando económicamente a los pueblos y crecen a costa de ellos. Pronto sus fronteras se encontraran y sera inevitable guerra por el dominio mundial de EO.
Sin embargo existe un pueblo ajeno a estas lides que busca su autodeterminación y serian las viejas profecías y cultos las que darían el punta pie inicial para transfórmalos en un tercer actor.
Tracia era una antigua provincia del antiguo reino de Aracosia, nunca colonizada con fines que sirvieran al imperio hasta que los ojos del rey se posaron en él, en el fin de los tiempos. Ubicada en el gran valle de la Gran Cordillera que vio florecer un nuevo reino tras la muerte de su Rey Vicario y con ello la caída de Aracosia.
El rey en una última jugada salvó de la destrucción a su primogénito y junto a él a los hijos de los nobles del imperio. Fueron ellos quienes comenzaron a construir la historia de Tracia, esperando la última señal, que les daría el aviso de iniciar nuevamente la construcción de su imperio.
Llegado el momento y tras varios sucesos "extraños" un jovencito se vio involucrado en una reveladora verdad. Al cabo de un tiempo seria este hombrecito que junto aun grupo de amigos y maestros iniciaría la senda de Tracia, preparando el terreno para salir de las fronteras y exigir la devolución de los antiguos límites. Inspirados y motivados en un antiguo legado y designio los Tracianos se preparan para comenzar una de las más grandes hazañas que hayan realizado… ahora es tiempo eso si de preparar los cimientos, antes de tomar la espada y salir a la búsqueda de aquello que esta extraviado y que devolverá el equilibrio a un mundo en caos…
El tamaño de tal empresa significara grandes perdidas personales para los lideres de la travesía, situación que los lleva cuestión su destino. La muerte, la culpa, la responsabilidad llevada al extremo los hace desorientarse y a veces cometer errores y horrores.
En el sínodo de la vida surgen los cuestionamientos de todo lo hecho y la remembranza de cada uno de los pasos dados.
El amor como elemento central surge desde el dolor y evoluciona hacia la esperanza. La pérdida y el encuentro son una lucha continua como el bien y el mal, es este plano donde el protagonista se ve enfrascado continuamente hasta el punto de reconciliarse consigo mismo pagando un alto precio…